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19 de diciembre de 2013

Testimonio de una familia de laicos misioneros combonianos en el sur de Perú


Desde Villa Ecológica, en Arequipa, en el sur de Perú, una familia de laicos misioneros combonianos manda su recuerdo en la Jornada Mundial de las Misiones que celebrábamos ayer. Llevan cinco años allí pero viven su misión con la ilusión del primer día:
“Nos sentimos muy unidos a ustedes en la fiesta del Domund. Este mes nosotros celebramos también la fiesta de San Daniel Comboni y del Señor de los Milagros, junto con los sacramentos de iniciación para adultos. Así que tenemos muchísimo trabajo misionero. Es hermoso poder acompañar a este grupo de adultos que quieren bautizarse en la fe de Jesús, y más en este mes. Admiramos cómo diez adultos, madres de familia en su mayoría, han decidido libremente bautizarse. Nadie se lo ha pedido, no lo necesitan como requisito para nada. Han escuchado la voz del Buen Pastor y quieren emprender un nuevo camino en su vida. El párroco nos encargó a Isabel y a mí que por primera vez convocáramos la catequesis de bautismo y confirmación para adultos en nuestra capilla de San Daniel en Villa Ecológica. No sabíamos si alguien iba a estar interesado y enseguida nos alegramos al recibir las primeras inscripciones.
Es un acontecimiento para toda la comunidad, una comunidad muy sencilla, que sólo cuenta con diez años de camino. Por eso varios de los catecúmenos no encuentran padrinos adecuados. En el caso de Mayté, pedimos a un joven matrimonio de la comunidad carismática Bodas de Caná que la apadrinaran. Teodora y Everardo son tan humildes que no se sentían preparados. Es que saben lo importante que es este sacramento. Recuerdan cómo el padre Tarcisio les enseñó que el padrino es verdaderamente un padre espiritual que se preocupa de que su ahijado sea fiel a la fe que ha recibido.
Mayté estaba muy feliz del ofrecimiento de Everardo y Teodora. Muy agradecida. Mayté no tiene hermanos, sus papás se separaron hace tiempo y vive sola con sus dos hijos. Es, como tantas otras en este mundo, una joven heroicamente luchadora, su corazón es todo para sus hijos. ¿Por qué iba ella a encontrar personas que la acogieran con amor?
Porque el Señor mueve los corazones. Igual Ever y Teodora encontraron hermanos que los acogieron hace cinco años, cuando estaban a punto de separarse y su hijo mayor sólo tenía 1 año. Les aconsejaron, les cuidaron y ellos recibieron su bautismo, confirmación y, hace dos años, el matrimonio. Son testigos de lo que la fuerza del Señor ha realizado en sus vidas. El año pasado Ever tuvo un grave accidente laboral, pudo perder su pie izquierdo. En su mes de convalecencia, en el Sur donde no hay derechos laborales, recibió la ayuda desinteresada de los hermanos de la comunidad. Unos le traían papas, otros cereales para los niños. El Señor no les hizo faltar nada.
Una mañana llevé a Mayté a la casa de Ever y Teodora para que se conocieran más y sellaran el compromiso de los padrinos. Nos invitaron a un rico y sencillo almuerzo mientras los tres compartían que no debemos preocuparnos por el mañana, pues el Señor nos da cada día lo que necesitamos.
Yo asistía feliz a este momento, escuchando atentamente la cátedra de estos tres maestros espirituales. ¡Qué privilegiados somos al poder compartir la fe de estas personas! Somos testigos del paso de Dios por este pueblo. Por eso nos vinimos acá hace cinco años, porque intuíamos que el Señor quería revelarnos nuevos rostros a través de sus preferidos”