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7 de marzo de 2014

El misionero Luis Ortiz comparte la esperanza del pueblo filipino tras el tifón


Luis Ortiz es un religioso amigoniano español, natural de Santo Domingo de la Calzada, que lleva 27 años en Filipinas y que ahora le ha tocado vivir las consecuencias del tifón Yolanda.
“¡Gracias! si gracias a todos vosotros por haberme ofrecido esta oportunidad de ser vuestro representante en Filipinas de vuestra generosidad y solidaridad.
Era el 9 de enero de 2014, dos meses y un día después de que nos azotase brutalmente el tifón Yolanda. Podría ser un día más a vivir sin hacer nada más extraordinario que hacer lo que hacemos todos los días, pero eso no iba a ser así. Hoy en Filipinas, y más concretamente en Manila, se celebra el Black Nazareno, el Nazareno Negro, una fiesta que mueve millones de devotos. Y digo bien pues hoy se esperan unos 10 millones de devotos que con su fe y esperanza, a pesar de todas las calamidades que vivimos, de una forma u otra, intentaran dar gracias por los dones recibidos o solicitarle a su Black Nazareno alguna gracia especial para alguno de sus seres queridos. Pero, aparte de esto hoy también iba a ser un día especial por otra razón.
Eran las tres de la madrugada cuando Brother Benjie y un servidor salíamos de casa para coger un avión y dirigirnos a Estancia, Iloilo, un pueblo doblemente afectado por el tifón Yolanda. Una por la destrucción que hizo de por sí el tifón con sus vientos superiores a los 300 kilómetros por hora y unas olas de más de 8 metros de altura que provocaron, al mismo tiempo, que una gabarra de la compañía eléctrica de NAPOCOR fuera desplazada hasta la orilla de una de sus costas, en el barrio Botongon, y se produjese un derrame de más de 900.000 litros de aceite, que hizo que más de 2.000 personas tuvieran que desplazarse a vivir en tiendas de campaña, porque el nivel tóxico era 16 veces mayor del tolerable.
Anteriormente habíamos ayudado de varias formas a las personas afectadas por el tifón, pero hoy iba a ser el día en que íbamos a ver la realidad con nuestros propios ojos en el lugar en donde ellos viven, y así ha sido. Hemos podido compartir con ellos sus tristezas y penas mientras nos lo contaban con una sonrisa en su cara. Hoy hemos sido doblemente bendecidos, por haber podido compartir con este pueblo un poco de su tiempo y haber aprendido la lección que allí, donde hay destrucción, con fe también hay esperanza, y por habernos dejado ser vuestros mensajeros de alegría y esperanza.
En esta nuestra primera visita, aparte de estudiar y ver cuál puede ser la mejor forma de ayudar a este pueblo, hemos dado también un presente, para que puedan empezar a darle un pequeño cambio a sus vidas. Cuando nos llevaron a uno de sus barrios, Gogo, un barrio de pescadores, pues casi el 95 por ciento de este pueblo vive de la pesca, vimos cómo estaban haciendo barcas para pescar y nos comentaron que ya son varios los que les han prometido ayudarles para construir más barcas. Pero nos comentaban, y les pongo este ejemplo, que es como tener una mesa muy elegantemente preparada con toda su vajilla y cubiertos, pero luego no te ponen comida. Pues sí. Eso es lo que les está pasando. Que hay gente que se ha comprometido a hacerles las barcas pero no les dan las redes.
Y, como nosotros también queremos ayudarles. Hoy como señal les hemos donado lo necesario para que diez pescadores que han recibido una barca puedan empezar ya a pescar.
A nosotros nos han dado las gracias, pero sabed y estad orgullosos de ello que sois vosotros los que a través de la Fundación Amigó estáis haciendo que sus esperanzas se estén convirtiendo en realidad.
Hoy en el nombre del pueblo de Estancia os quiero dar las gracias a todos vosotros. El caminar una milla mas al servicio de los demás nos hace sentir mejor en lo que hacemos”