La Conferencia Episcopal Japonesa presentaba en el 2013 a
la Congregación para las Causas de los Santos un informe de 400 páginas para la
causa de beatificación de Takayama Ukon, un samurái japonés que prefirió
afrontar el exilio antes que renunciar a su fe católica.
Takayama nació en 1552, tres años después de la llegada
de San Francisco Javier al Japón. Cuando tenía 12 años, su padres se convirtió
al catolicismo, y Ukon fue bautizado también con el nombre de Justo por el
padre jesuita Gaspare di Lella.
Los Takayama eran daimios, es decir, miembros de la clase
señorial y gobernante de la época. Los daimios tenían vastas propiedades y el
derecho a formar ejércitos y contratar samuráis. Dado su estatus, los Takayama
apoyaron la labor misionera en Japón, protegiendo a los cristianos japoneses y
a los misioneros jesuitas.
En 1587, cuando Takayama Ukon contaba 35 años, el
canciller de Japón, Toyotomi Hideyoshi, comenzó una persecución contra los
cristianos, expulsando a los misioneros y forzando a los católicos japoneses a
abandonar su fe. Aunque muchos daimios eligieron abandonar el catolicismo,
Takayama y su padre escogieron, por el contrario, abandonar sus tierras y sus
honores y conservar su fe. Eligieron, en consecuencia, la pobreza y perder
todo. En 1597 tuvo lugar la ejecución de 26 católicos, misioneros y japoneses
nativos, que fueron crucificados el 5 de febrero. A pesar de las amenazas,
Takayama rechazó abandonar su fe, deseando vivir como cristiano hasta su
muerte. Cuando el shogun Tokugawa Ieyasu prohibió definitivamente el
cristianismo en 1614, Takayama partió al exilio.
Condujo a un grupo de 300 católicos a Filipinas, que se
establecieron en Manila. Llegaron en diciembre y, dos meses después, fallecía
Takayama, debilitado por la persecución sufrida en Japón.
El padre jesuita Anton Witwer, es el postulador de la
causa y, en declaraciones a la agencia católica CNA, recordaba que “puesto que
Takayama murió en el exilio, debido a la debilidad causada por los malos tratos
sufridos en su patria, el proceso de beatificación es el de un mártir”. Además,
añadía, la vida de este japonés es un ejemplo “fidelidad a la vocación
cristiana, perseverando a pesar de todas las dificultades”.