Inmaculada Cerruti, misionera de Calahorra, Logroño, de
la congregación de las Misioneras de Nuestra Señora de África, nos escribe
desde Ruanda donde trabaja con jóvenes con pocos recursos y donde vive
integrada en esa comunidad.
“Sigo en Kigali, la capital de Ruanda. La ciudad se está
modernizando con gran rapidez. El año 2013 fue muy importante para la Parroquia
de la Sagrada Familia de Kigali. Estuvo marcado por la celebración del Año de
la Fe y del centenario de la fundación de la Parroquia que se vivió con gran
intensidad. Se organizaron reuniones y cursillos de formación para que los
cristianos pudieran profundizar en su fe a Cristo. Para celebrar el centenario
de la fundación de la parroquia hubo una gran fiesta. La bella iglesia de
ladrillos y tejas rojas fue restaurada para la ocasión. El punto culminante fue
la Eucaristía presidida por el arzobispo de Kigali. Con él concelebraron cuatro
obispos y un centenar de sacerdotes. Al principio de la misa el nuncio
apostólico en Ruanda leyó un mensaje del Papa Francisco uniéndose a la
celebración y exhortando a todos a vivir la comunión fraterna de los primeros
cristianos. La procesión de entrada de la Palabra de Dios, llevada por un
Misionero de África que celebraba 64 años de Misión, fue un momento de gran
emoción. En la parte festiva hubo discursos, danzas y cantos, en la explanada
delante de la Iglesia. El año pasado tuvimos la alegría de acoger a las
hermanas de Butare. Organizaron un encuentro de chicas que estaban interesadas
en nuestra vocación misionera, encuentro coincidió con la clausura del Año de
la Fe y en colaboración con los Misioneros de África. Así que pudieron
participar en los campamentos misioneros mixtos, donde chicos y chicas
compartieron una experiencia de compromiso misionero entre estudiantes. Todos
quedaron muy contentos y esperan que este año se repita. En cuanto a mí, el
trabajo no ha cambiado mucho, como hace ya muchos años, dedico mi tiempo a
chicos y chicas de familias pobres o marginadas, que se forman en corte y
confección en el centro con la ayuda de una profesora ruandesa. Cada año unos
25 alumnos obtienen el diploma como costureros y costureras con lo que pueden
ganarse la vida. Muchos de ellos trabajan en los mercados. Los alumnos que
asisten al centro son de diferentes etnias y religiones. Católicos,
protestantes, testigos de Jehová, y creyentes de diferentes sectas. También hay
musulmanes. Procuramos darles una formación que promueva las buenas relaciones,
el respeto y la aceptación de las diferencias. La formación es muy importante
para que la gente pueda vivir en paz y buena concordia. Para ello necesitamos
bonitos gestos de bondad. Pienso, por ejemplo, en una chica que ha acogido en
su casa a otra joven de etnia distinta que se había quedado en la calle. Estos
gestos nos ayudan a no perder la esperanza de que un mundo mejor es posible”