Desde Filipinas escribe a la Delegación de Misiones de
Lugo Sor Celia Fociños Pampin, misionera de esta diócesis gallega, Hermanita de
los Ancianos Desamparados.
“Acabo de abrir el correo y me encuentro con la sorpresa
de su comunicación, expresando la generosidad de nuestro querido pueblo
gallego, en tender una mano a estos hermanos nuestros filipinos, sumidos muchos
miles de ellos en una pobreza extrema y que el Tifón Haiyan en noviembre pasado
acrecentó en dimensiones incalculables. Se hablaba entonces de más de 4
millones de evacuados y unos 14 millones de afectados. El importante despliegue
de ayuda nacional e internacional inmediatamente después del Tifón, logró
salvar miles de vidas, pero hay que decir, que después de cinco meses, la ayuda
todavía no llega a sus víctimas más pobres y las necesidades humanitarias en
las zonas más afectadas siguen siendo enormes. Se sigue trabajando en la
construcción de hogares, dispensarios, escuelas... no siempre con la
responsabilidad, solidaridad y rapidez que se debiera para cubrir al menos las
necesidades básicas de los damnificados.
Por eso, toda ayuda sea lo que sea, se agradece
profundamente. Nos consta que desde España a través de Caritas y otras
entidades, han llegado aviones y barcos con cantidad de ayuda de ‘primeros
auxilios’, medicinas, alimentos, ropa, hasta juguetes... y cuando uno está tan
lejos del cielo que te vio nacer, se llena el alma de gratitud y emoción, al
comprobar cómo, a pesar de la crisis, España sigue siendo la España solidaria
dispuesta a ayudar al que sufre y pasa necesidad.
Cierto que me siento inmensamente feliz en Filipinas
donde llegué hace siete años largos siendo mi primera experiencia misionera,
aunque nuestro trabajo apostólico, lo mismo aquí que en cualquier hogar de la
congregación de Hermanitas, es siempre con los ancianos, preferentemente los
pobres y marginados de la sociedad, sea cual sea la causa. Pero aparte del
trabajo y cuidado a nuestros enfermos en casa, ayudamos a muchos que llaman a nuestra
puerta pidiendo alimentos, ropa, ayuda para material escolar... mujeres con un
montón de niños, a veces enfermas, abandonadas del marido ellas y los hijos,
squaters sin techo ni hogar, sin la más mínima intimidad ni dignidad humana,
una verdadera pena y miseria. Y aquí estamos, como le decía el otro día, para
colaborar con toda el alma en favor de los pobres y despertar en ellos un poco
de esperanza trabajando por un futuro mejor.
Gracias de corazón en nombre de mis hermanos filipinos,
en nombre de mi comunidad, y cómo no, en el mío propio, que me da una alegría
inmensa os acordéis de tantos misioneros que tenemos el privilegio de poder
trabajar un poquito por el Reino entre los más pobres y marginados gracias a la
oración y refuerzo que muchos ofrecéis desde el anonimato. Un abrazo enorme y
mi saludo cordial y gratitud profunda a cuantos con su oración, recuerdo y
colaboración, colaboran en favor de los pobres”