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11 de junio de 2014

Sor Celia Fociños desde Filipinas: “Después de cinco meses, la ayuda todavía no llega a sus víctimas más pobres”


Desde Filipinas escribe a la Delegación de Misiones de Lugo Sor Celia Fociños Pampin, misionera de esta diócesis gallega, Hermanita de los Ancianos Desamparados.
“Acabo de abrir el correo y me encuentro con la sorpresa de su comunicación, expresando la generosidad de nuestro querido pueblo gallego, en tender una mano a estos hermanos nuestros filipinos, sumidos muchos miles de ellos en una pobreza extrema y que el Tifón Haiyan en noviembre pasado acrecentó en dimensiones incalculables. Se hablaba entonces de más de 4 millones de evacuados y unos 14 millones de afectados. El importante despliegue de ayuda nacional e internacional inmediatamente después del Tifón, logró salvar miles de vidas, pero hay que decir, que después de cinco meses, la ayuda todavía no llega a sus víctimas más pobres y las necesidades humanitarias en las zonas más afectadas siguen siendo enormes. Se sigue trabajando en la construcción de hogares, dispensarios, escuelas... no siempre con la responsabilidad, solidaridad y rapidez que se debiera para cubrir al menos las necesidades básicas de los damnificados.
Por eso, toda ayuda sea lo que sea, se agradece profundamente. Nos consta que desde España a través de Caritas y otras entidades, han llegado aviones y barcos con cantidad de ayuda de ‘primeros auxilios’, medicinas, alimentos, ropa, hasta juguetes... y cuando uno está tan lejos del cielo que te vio nacer, se llena el alma de gratitud y emoción, al comprobar cómo, a pesar de la crisis, España sigue siendo la España solidaria dispuesta a ayudar al que sufre y pasa necesidad.
Cierto que me siento inmensamente feliz en Filipinas donde llegué hace siete años largos siendo mi primera experiencia misionera, aunque nuestro trabajo apostólico, lo mismo aquí que en cualquier hogar de la congregación de Hermanitas, es siempre con los ancianos, preferentemente los pobres y marginados de la sociedad, sea cual sea la causa. Pero aparte del trabajo y cuidado a nuestros enfermos en casa, ayudamos a muchos que llaman a nuestra puerta pidiendo alimentos, ropa, ayuda para material escolar... mujeres con un montón de niños, a veces enfermas, abandonadas del marido ellas y los hijos, squaters sin techo ni hogar, sin la más mínima intimidad ni dignidad humana, una verdadera pena y miseria. Y aquí estamos, como le decía el otro día, para colaborar con toda el alma en favor de los pobres y despertar en ellos un poco de esperanza trabajando por un futuro mejor.
Gracias de corazón en nombre de mis hermanos filipinos, en nombre de mi comunidad, y cómo no, en el mío propio, que me da una alegría inmensa os acordéis de tantos misioneros que tenemos el privilegio de poder trabajar un poquito por el Reino entre los más pobres y marginados gracias a la oración y refuerzo que muchos ofrecéis desde el anonimato. Un abrazo enorme y mi saludo cordial y gratitud profunda a cuantos con su oración, recuerdo y colaboración, colaboran en favor de los pobres”