Este pasado sábado tenía lugar en la Catedral de San
Andrés de Yopougon, Costa de Marfil, y en medio de una gran fiesta, una
ordenación sacerdotal y catorce diaconales. Son el último fruto de un gran
esfuerzo realizado tanto por esta diócesis africana como por toda la Iglesia
misionera que la ha apoyado en sus treinta años de existencia. La diócesis de
Yopougon se creó en 1982, dividiendo la archidiócesis de la capital del país,
Abidján. En aquel momento apenas contaba con menos de una veintena de
sacerdotes diocesanos, además del apoyo de los misioneros venidos de otras
Iglesias. Mons. Laurent Akran Mandjo, que sigue al frente de la diócesis,
apostó desde el primer momento por el seminario. Pidió ayuda a las Obras
Misionales Pontificias que, año a año, le ayudaron a crear el seminario mayor
St. Paul d’Abadjin Koute, que cuenta con más de 100 seminaristas, y el
seminario menor de St. Joseph. De hecho, casi la mitad de las ayudas que cada
año recibe de las Obras Misionales Pontificias – unos 180.000 euros – se ha
destinado a los seminarios y a las vocaciones.
El resultado en 30 años es que la diócesis cuenta con más
de 130 sacerdotes diocesanos y, gracias a la existencia de una sólida red de
parroquias, el número de católicos se ha triplicado.
Mons. Salomon Lezoutié fue quien este sábado ordenó a los
jóvenes seminaristas. Obispo coadjutor de la diócesis desde 2009, él mismo es
uno de los primeros frutos del esfuerzo por las vocaciones en Yopougon, por lo
que, en su homilía, no dejó de agradecer a los familiares y a los laicos su
apoyo en la formación de sacerdotes. No faltaron a la ceremonia los jefes
tradicionales y ancianos de la zona, por lo que representa el acto para la
comunidad.
El obispo recordó a los ordenados que debe cultivar el
sentido de la responsabilidad en el ejercicio de su ministerio. Hizo hincapié
también en la virtud de la humildad y la pureza de corazón, tan necesarias para
permanecer en plena comunión con Dios. A todos se les va exigir, recordaba, un
testimonio profético, por lo que no debe “tener miedo” de los acontecimientos y
han de tener el valor de actuar según el Evangelio.