“No puede haber
libertad sin instrucción” era uno de los principios que inspiraron la creación
de la Obra de Escuelas de Oriente en el siglo XIX, una de las muchas
instituciones de carácter misionero que nacieron en la Francia de aquella
época. Institución que, el pasado mes, en la sede de l’Enseignement catholique
de París, reunía a representantes del gobierno francés, de la Unesco y de la
Francophonie, la organización internacional que apoya en el mundo la lengua y
la cultura francesas, junto a los responsables de las principales
congregaciones religiosas, masculinas y femeninas. Estos religiosos representan
a los centenares de instituciones que enseñan en francés en Oriente Próximo.
Gracias a estas instituciones más de 150.000 alumnos aprenden el francés, por
lo que Mons. Gollnisch, director general de la Obra señalaba que “hay que
agradecer y animar a los religiosos y religiosas que, por medio de sus
escuelas, contribuyen cada día a la perennidad de la enseñanza de la lengua
francesa y de sus valores”.
Fundada en 1856, la Obra de las Escuelas de Oriente se
creó con el fin de ayudar a los religiosos dedicados a la enseñanza, primero en
el Líbano, y más tarde en otros países de la región. Uno de sus primeros
directores, fue el gran misionero Mons. Carlos Lavigerie. En 1860 viajó al
Líbano y Siria, con motivo de las matanzas de cristianos. Recomendó que se
abrieran hospitales y dispensarios para atender a toda la población y fue allí
donde descubrió su vocación misionera, que le llevaría más tarde a fundar la Congregación
de los Padres Blancos