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23 de abril de 2013

Un misionero enviado a Angola en diciembre por el cardenal Bergoglio


Mons. Jesús Tirso Blanco es argentino, salesiano y, desde el año 2008, obispo de Lwena, Angola. Tras la elección del Papa Francisco expresaba su satisfacción y recordaba los momentos memorables de convivencia con su compatriota, el entonces arzobispo de Buenos Aires, un hombre sencillo y de trato fácil. Así lo declaraba a la publicación O Apostolado, de la Conferencia Episcopal Angoleña.
Mons. Tirso aprovechó la ocasión para expresar la gratitud de la diócesis de Lwena al Papa Francisco. “La diócesis de Lwena está muy agradecida por la sensibilidad ante las necesidades de la diócesis del arzobispo de Buenos Aires, por haber enviado un misionero que tomó posesión de la parroquia de Lumege Cameia en diciembre de 2012”, declaraba el obispo.
Y es que en el 2011, Mons. Tirso enviaba una carta al arzobispo de Buenos Aires – que recogía el Boletín de la Diócesis - pidiéndole ayuda: “Querido Mons. Bergoglio: Como ya sabe, me encuentro con grave falta de clero. Una parroquia de 42.000km2, otra de 40.000 y otras menores (12.000kms2) sin sacerdotes. Tal como había pedido en mi visita, si fuere el caso, podría enviar algún sacerdote o finalista de teología para que vea nuestra realidad y, si se entusiasma, prepararse para compartir la misión durante unos años. Rezo por eso y pido su bendición. + Tirso”. Su petición fue atendida y hoy no es el único argentino en Lwena, con la llegada de este nuevo misionero de Buenos Aires hace unos meses.
En Angola, desde 1985, año en que se ordenó sacerdote, Mons. Jesús Tirso ha dedicado la mayor parte de su vida a la misión y al pueblo angoleño. Cuando se hizo cargo de la diócesis en el 2007 sólo contaba con 12 sacerdotes diocesanos y 8 sacerdotes religiosos. Poco a poco, gracias al esfuerzo de los fieles, de las comunidades religiosas y del clero se ha ido reconstruyendo la Iglesia no tanto en sus edificios cuanto en personas. Los 34 años de guerra que sufrió Angola hicieron que en muchas comunidades cristianas de Lwena se mantuvieran vivas, sin ver durante años a un sacerdote o a un misionero, gracias a la valentía y al decidido testimonio de tantos catequistas laicos, que en algunos casos han llegado hasta el martirio.