Mons. Jesús Tirso Blanco es argentino, salesiano y, desde
el año 2008, obispo de Lwena, Angola. Tras la elección del Papa Francisco
expresaba su satisfacción y recordaba los momentos memorables de convivencia
con su compatriota, el entonces arzobispo de Buenos Aires, un hombre sencillo y
de trato fácil. Así lo declaraba a la publicación O Apostolado, de la
Conferencia Episcopal Angoleña.
Mons. Tirso aprovechó la ocasión para expresar la
gratitud de la diócesis de Lwena al Papa Francisco. “La diócesis de Lwena está
muy agradecida por la sensibilidad ante las necesidades de la diócesis del
arzobispo de Buenos Aires, por haber enviado un misionero que tomó posesión de
la parroquia de Lumege Cameia en diciembre de 2012”, declaraba el obispo.
Y es que en el 2011, Mons. Tirso enviaba una carta al
arzobispo de Buenos Aires – que recogía el Boletín de la Diócesis - pidiéndole
ayuda: “Querido Mons. Bergoglio: Como ya sabe, me encuentro con grave falta de
clero. Una parroquia de 42.000km2, otra de 40.000 y otras menores (12.000kms2)
sin sacerdotes. Tal como había pedido en mi visita, si fuere el caso, podría
enviar algún sacerdote o finalista de teología para que vea nuestra realidad y,
si se entusiasma, prepararse para compartir la misión durante unos años. Rezo
por eso y pido su bendición. + Tirso”. Su petición fue atendida y hoy no es el
único argentino en Lwena, con la llegada de este nuevo misionero de Buenos
Aires hace unos meses.
En Angola, desde 1985, año en que se ordenó sacerdote,
Mons. Jesús Tirso ha dedicado la mayor parte de su vida a la misión y al pueblo
angoleño. Cuando se hizo cargo de la diócesis en el 2007 sólo contaba con 12
sacerdotes diocesanos y 8 sacerdotes religiosos. Poco a poco, gracias al
esfuerzo de los fieles, de las comunidades religiosas y del clero se ha ido
reconstruyendo la Iglesia no tanto en sus edificios cuanto en personas. Los 34
años de guerra que sufrió Angola hicieron que en muchas comunidades cristianas
de Lwena se mantuvieran vivas, sin ver durante años a un sacerdote o a un
misionero, gracias a la valentía y al decidido testimonio de tantos catequistas
laicos, que en algunos casos han llegado hasta el martirio.