Desde Etiopía, nos escribe Juan González Núñez, misionero
comboniano de Orense, que nos relata en un escrito cómo se vive la navidad con
la tribu de los gumuz, una etnia establecida tanto en Etiopía como en el sur de
Sudán.
“Me gusta poner un mini pesebre delante del altar en
tiempo de Navidad, aun siendo muy consciente de que no evoca en mis
parroquianos más que la curiosidad por lo insólito.
Para colmo, es difícil encontrar las figuras de un Niño
Jesús negro y menos de María y José. El hecho de que sean blancos trasmite sin
quererlo el mensaje de algo irreal, lejano, fuera de su mundo, es decir, lo
contrario de lo que se quisiera trasmitir. Claro, a todo se acostumbra uno y la
novedad acaba por hacerse tradición. Así introduzco una tradición que es muy
‘católica’. Si mis parroquianos gumuz fueran un día a Buenos Aires o a Tokio,
se encontrarían con la misma escena y se sentirían en familia.
Estamos en un rincón del noroeste de Etiopía, entre los
gumuz, un pueblo en proceso de primerísima evangelización. Muy negros y de
rasgos faciales que les acomunan a los sudaneses, los gumuz se parecen muy poco
al resto de los etíopes. Pero, aunque bastante aislados, viven en Etiopía, una
nación con cultura cristiana y que, por tanto, celebra la Navidad como una de
las fiestas principales del año. Claro está que esa celebración poco tiene de
lo que en Occidente se asocia a la Navidad: no hay ni nieve, ni pesebres, ni
árbol de Navidad, ni Papá Noel que trae regalos… Aquí, en el bajo plano cercano
a Sudán, donde nos encontramos, el calor es permanente y la nieve es un
fenómeno inaudito del que la mayoría ni siquiera ha oído hablar.
Y quienes oyeron, no creo que se hayan hecho una idea ni
aproximada de lo que se trata. En la tradición cristiana etíope, tampoco
existen los Belenes. Sí, en cambio, es frecuente que la gente que está
desplazada sienta el deseo de ir a ver a su familia. A veces, esa visita la
alargan hasta empalmar con la fiesta del Bautismo del Señor, cuyas
celebraciones son más solemnes que la Navidad misma. Una de las consecuencias
es que la vida laboral y académica queda casi paralizada por quince días.
Aunque no conocen la palabra ‘puentes’, los practican, y muy largos.
De esa tradición cristiana etíope, los gumuz participan
muy poco, pues hay muy pocos cristianos entre ellos. Los únicos cristianos son
los que están entrando en la naciente Iglesia católica y son realmente pocos,
tan pocos y fuera de contexto, que no se logra crear una tradición católica
fuerte.
No es infrecuente que el día mismo de Navidad, nuestros
cristianos vengan a misa en menos número que cualquier otro domingo.
Todo esto nos está diciendo cuánto nuestras celebraciones
católicas, que en Occidente damos por descontadas, son relativas a las culturas
y ambientes donde se encuadran. Ello nos ayuda a distinguir lo que en una fiesta
es esencial y pertenece al núcleo de la fe y lo que es simple tradición que se
ha ido formando en distintos momentos y lugares. Y lo esencial es que el Dios
omnipotente se ha hecho hombre impotente e insignificante para decirnos que
todos somos hermanos. Y ese mensaje resuena también en nuestras pequeñas
capillas. ¿Los Pesebres? Pequeños y poquito a poco”.