El misionero de la Sociedad de Misiones Africanas, Paco
Bautista, escribe la siguiente reflexión desde Níger, donde está aprendiendo la
lengua djerma. Él la ha titulado “Mi mamá me mima”.
“Recuerdo cuando era pequeño y aprendía a escribir. Había
unos cuadernillos de caligrafía que tomábamos en serio página a página, vocablo
a vocablo… hasta que completábamos, palabras, frases, las reconocíamos, y poco
a poco, íbamos leyendo y aprendíamos a escribir con soltura. Supongo que esos
cuadernos aún existen. Además, estaban enumerados y formaban una colección. De
ellos guardo un enorme cariño: me evocan una niñez lejana de colegio, amigos y
juegos.
Pero aprender Djerma es como volver a esa niñez. Repites
palabras cientos de veces, las escribes pacientemente una y otra vez, hasta que
las vas reconociendo y van entrando en tu corazón y en tu memoria.
Ahora no tengo ni cuatro ni cinco años. No estoy en ese
pueblo entrañable que es Vélez de Benaudalla, con la Sierra Nevada de fondo.
Me encuentro en Niamey, con cuarenta y seis agostos, en
una ciudad al borde de muchos precipicios: del hambre, de la miseria, de la
injusticia, de las desigualdades, de la corrupción política, del riesgo de un
golpe de estado, de la inseguridad, de fundamentalismos, ¡qué sé yo! Al mismo
tiempo una ciudad que vive y sobrevive con la solidaridad callada, eficaz, que
sólo los pequeños son capaces de poner en marcha.
Y esta mañana, en mi método de lengua el profesor me ha
hecho repetir hasta la saciedad la siguiente frase: “Inscribo a mi hijo en el
colegio para que pueda beber”, ‘Inscribo a mi hijo en el colegio para que pueda
beber’.
¡Qué lejos queda mi infancia cuando a mis cinco años
repetía ‘Mi mamá me mima, mi mamá me ama’, mientras una profesora –la señorita-
paciente señalaba la frase con su dedo!
Hoy estoy un poco perezoso, cansado también… Beber, beber
es esencial, ¿quién no sabe eso?… Pero no todo el mundo tiene acceso a un bien
tan necesario e imprescindible como lo es el agua para la vida. Dejo que cada
cual saque su propia conclusión. Todos somos mayorcitos.
Continúo, justo ahora, el curso. Sin darme cuenta, día a
día, este idioma tan extraño va llenando mi corazón y mi memoria de la
sabiduría de todo un pueblo, también de su ternura, lo cual es un don que no
tiene precio. El Djerma, como toda lengua africana, es un regalo, una riqueza,
una bendición”