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3 de febrero de 2014

“El que no deja todo, no deja nada…”, reflexión de la misionera María Isabel Núñez desde Chile


Desde la delegación de misiones de Ourense nos llega el siguiente testimonio de la misionera en Chile María Isabel Núñez, Hermana del Amor de Dios.

“Cuando una cruza el charco, de verdad que cuesta sacar un tiempo para esto que también considero importante, no quiere decir que me olvide de ustedes y todo lo que desde la otra orilla están haciendo por los que por estas tierras estamos, pero son muchas las demandas y va dejando aparcado estas comunicaciones que son importantes y significativas para una, pues requiere detenerse… pensar... orar… ¿qué está significando para mí la vida, lo que estoy haciendo y por quién lo estoy haciendo?, en el fondo, es preguntarme por quién vivo, por quien me muevo y trabajo. ¿Quién me motiva al despertar cada mañana?

Bueno pues de esta reflexión voy a hacerles participes. Mi primera palabra es de gratitud, de verdad que les agradezco en nombre propio y de todos los que formamos parte de este grupo, no pequeño, de personas que quieren seguir sirviendo y amando habiéndolo dejado todo por ÉL, al servicio del Reino de Jesús, al servicio del Evangelio, fuera de nuestra tierra, lejos de nuestra familia, de nuestras raíces… de verdad ¡muchísimas gracias!

Hace poco tiempo he tenido la dicha de vivir unos días con mi madre, hoy ya muy debilitada en su salud, he vivido intensamente esos días y créanme que me costó dejarla, más que otras veces, es necesario armarse de valor para decir ¿quién es mi madre y mis hermanos?... pues bien, sólo les digo desde lo que experimento, que ‘El Señor Jesús, jamás nos pide algo que no nos le dé primero’ y aquí estoy nuevamente en la misión que hoy me confía, no por mis propias fuerzas sino desde la fuerza que me viene de Él, que es mi fortaleza cada día, quien me sostiene y acompaña para poder decir cada mañana: ¡aquí estoy, Tú me has llamado… aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad. Quiero ser fiel al SÍ que un día le he dado y a la consagración que él ha hecho de mí.

No me siento especial, no me siento más, me siento una cristiana del común de mi pueblo, religiosa que hoy por hoy sólo me mueve el deseo de amar y servir especialmente a los que más nos necesitan. Toda persona ha venido a la tierra para hacer el bien, no tengo duda de ello, por eso no me siento especial ni más que nadie, sólo quiero responder a la vocación a la que he sido llamada como persona y respondiendo al regalo de la fe que es donado a todos y que cada cual responde con libertad.

Esta vida es la única oportunidad para hacer el bien y trabajar para Dios. Este día puede ser incluso el último de nuestra vida y, si es así, nos sorprenderá Dios realizando nuestra misión, nuestras tareas con amor o por obligación Haciendo el bien o enfrascados en asuntos sin sentido vital, o dejándonos llevar por superficialidades que nos dejan vacíos por dentro… Sólo le pido a Dios que a todos nos ayude a no perder el entusiasmo por servirle y seguir estando abiertos a su Espíritu cada día.

Me alegro de haber vivido el día del Domund en España, he dado mi testimonio en una parroquia de Zamora, donde está mi madre, he dado las gracias a todos los presentes por el esfuerzo económico que hacen en esta campaña solidaria, y he motivado a que no se pregunten en qué se emplea ese dinero… les aseguro que le sacamos el máximo rendimiento en bien de los más desfavorecidos por las injusticias de la sociedad, los más necesitados de comida, estudio, salud, etc… y esta es una forma de ser misioneros desde ahí… (En este sentido somos nosotros sus representantes por estas tierras lejanas) también les digo que a pesar de la crisis, siempre podemos mirar a otros que lo están pasando mucho peor que nosotros, siempre podemos aportar nuestro granito de arena para hacerles más llevadera la vida y sus dificultades, siempre podemos cargar y sostener a otros, ellos son mis hermanos, ellos son mi madre, mi padre… por todo ellos una vez más gracias y ¡adelante! Y como decía también San Alberto Hurtado, santo chileno: ‘El que no deja todo, no deja nada…’. Siempre podemos más.

Acojamos el don de la vida, del Amor que Dios nos tiene. No nos pide nada a cambio, pero somos felices si hacemos siempre el bien. Soy religiosa del Amor de Dios y esto lo llevo grabado en el corazón por mi fundador V. P. Jerónimo Usera, un hombre que nació para hacer el bien en la tierra. Este tiempo que estamos viviendo el 150 aniversario de la fundación de la congregación ‘Amor de Dios’, le agradezco a él, a las hermanas, a mis padres, a toda mi familia, amigos/as y a tantas personas que han pasado por mi vida dejando una huella imborrable de bien, verdad, de Amor”.