Desde la delegación de misiones de Ourense nos llega el
siguiente testimonio de la misionera en Chile María Isabel Núñez, Hermana del
Amor de Dios.
“Cuando una cruza el charco, de verdad que cuesta sacar
un tiempo para esto que también considero importante, no quiere decir que me
olvide de ustedes y todo lo que desde la otra orilla están haciendo por los que
por estas tierras estamos, pero son muchas las demandas y va dejando aparcado
estas comunicaciones que son importantes y significativas para una, pues
requiere detenerse… pensar... orar… ¿qué está significando para mí la vida, lo
que estoy haciendo y por quién lo estoy haciendo?, en el fondo, es preguntarme
por quién vivo, por quien me muevo y trabajo. ¿Quién me motiva al despertar
cada mañana?
Bueno pues de esta reflexión voy a hacerles participes.
Mi primera palabra es de gratitud, de verdad que les agradezco en nombre propio
y de todos los que formamos parte de este grupo, no pequeño, de personas que
quieren seguir sirviendo y amando habiéndolo dejado todo por ÉL, al servicio
del Reino de Jesús, al servicio del Evangelio, fuera de nuestra tierra, lejos
de nuestra familia, de nuestras raíces… de verdad ¡muchísimas gracias!
Hace poco tiempo he tenido la dicha de vivir unos días
con mi madre, hoy ya muy debilitada en su salud, he vivido intensamente esos
días y créanme que me costó dejarla, más que otras veces, es necesario armarse
de valor para decir ¿quién es mi madre y mis hermanos?... pues bien, sólo les
digo desde lo que experimento, que ‘El Señor Jesús, jamás nos pide algo que no
nos le dé primero’ y aquí estoy nuevamente en la misión que hoy me confía, no
por mis propias fuerzas sino desde la fuerza que me viene de Él, que es mi
fortaleza cada día, quien me sostiene y acompaña para poder decir cada mañana:
¡aquí estoy, Tú me has llamado… aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad.
Quiero ser fiel al SÍ que un día le he dado y a la consagración que él ha hecho
de mí.
No me siento especial, no me siento más, me siento una
cristiana del común de mi pueblo, religiosa que hoy por hoy sólo me mueve el
deseo de amar y servir especialmente a los que más nos necesitan. Toda persona
ha venido a la tierra para hacer el bien, no tengo duda de ello, por eso no me
siento especial ni más que nadie, sólo quiero responder a la vocación a la que
he sido llamada como persona y respondiendo al regalo de la fe que es donado a
todos y que cada cual responde con libertad.
Esta vida es la única oportunidad para hacer el bien y
trabajar para Dios. Este día puede ser incluso el último de nuestra vida y, si
es así, nos sorprenderá Dios realizando nuestra misión, nuestras tareas con
amor o por obligación Haciendo el bien o enfrascados en asuntos sin sentido
vital, o dejándonos llevar por superficialidades que nos dejan vacíos por
dentro… Sólo le pido a Dios que a todos nos ayude a no perder el entusiasmo por
servirle y seguir estando abiertos a su Espíritu cada día.
Me alegro de haber vivido el día del Domund en España, he
dado mi testimonio en una parroquia de Zamora, donde está mi madre, he dado las
gracias a todos los presentes por el esfuerzo económico que hacen en esta
campaña solidaria, y he motivado a que no se pregunten en qué se emplea ese
dinero… les aseguro que le sacamos el máximo rendimiento en bien de los más
desfavorecidos por las injusticias de la sociedad, los más necesitados de
comida, estudio, salud, etc… y esta es una forma de ser misioneros desde ahí…
(En este sentido somos nosotros sus representantes por estas tierras lejanas)
también les digo que a pesar de la crisis, siempre podemos mirar a otros que lo
están pasando mucho peor que nosotros, siempre podemos aportar nuestro granito
de arena para hacerles más llevadera la vida y sus dificultades, siempre
podemos cargar y sostener a otros, ellos son mis hermanos, ellos son mi madre,
mi padre… por todo ellos una vez más gracias y ¡adelante! Y como decía también
San Alberto Hurtado, santo chileno: ‘El que no deja todo, no deja nada…’.
Siempre podemos más.
Acojamos el don de la vida, del Amor que Dios nos tiene.
No nos pide nada a cambio, pero somos felices si hacemos siempre el bien. Soy
religiosa del Amor de Dios y esto lo llevo grabado en el corazón por mi
fundador V. P. Jerónimo Usera, un hombre que nació para hacer el bien en la
tierra. Este tiempo que estamos viviendo el 150 aniversario de la fundación de
la congregación ‘Amor de Dios’, le agradezco a él, a las hermanas, a mis
padres, a toda mi familia, amigos/as y a tantas personas que han pasado por mi
vida dejando una huella imborrable de bien, verdad, de Amor”.